¿Qué es la sexualidad?


La sexualidad es nuestro cuerpo, mente, emociones y espíritu; es parte de nosotros, es una parte esencial de nuestro ser, de nuestra personalidad que nos permite expresarnos y comunicarnos con los demás. Gracias a nuestra sexualidad podemos expresar el amor humano.

Nuestra sexualidad es profundamente especial, es algo único, solo nuestro que debe ser cuidado como un tesoro, pues ese tesoro somos cada uno de nosotros.

Desde el momento de la fecundación, es decir de la unión de óvulo de nuestra madre con el espermatozoide de nuestro padre; cada una de nuestras células tiene nuestro sello sexual, si somos hombres nuestras células poseen los cromosomas XY y si somos mujeres son XX.

Es decir, que de manera normal, toda nuestra genética está codificada de esta forma y únicamente existe la posibilidad de ser hombre o ser mujer.

Mujer y hombre poseemos la misma dignidad, inteligencia, voluntad y libertad; es decir, nuestro valor como personas es idéntico, podemos tener los mismo logros académicos, acceder a los mismos empleos y elegir vivir con la misma rectitud, honestidad y empeño en cada actividad que desempeñemos; pero eso no implica que seamos “iguales”.

Hombre y mujer somos diferentes; sentimos, pensamos, y actuamos en muchos casos de manera distinta, cualidad que nos permite atraernos, complementarnos y elegirnos para amar.

A simple vista es evidente como el cuerpo del hombre y la mujer son diferentes, y lo mismo es desde el punto de vista emocional, intelectual y espiritual, y estas diferencias logran el complemento necesario para unirse en uno solo en una relación sexual, crecer en el amor y poder formar una familia de manera natural.

De la misma forma la paternidad y maternidad son complementarias. Biológica y emocionalmente ninguna es autosuficiente; así como es imprescindible el óvulo de la madre y el espermatozoide del padre para engendrar vida, en el plano psicológico ocurre algo parecido, se necesita el amor e interacción de los dos, padre y madre, para que el hijo crezca y se desarrolle de manera plena y armónica. Para ello es preciso que el padre actúe como varón, es decir, masculinamente y que la madre lo haga como mujer, es decir, femeninamente.

La masculinidad y la feminidad no se distinguen por una distribución de cualidades o virtudes entre hombre y mujer; sino por el modo peculiar que tiene cada uno de encarnarlas. Hay un modo masculino y otro femenino de hacer las mismas cosas.

La sexualidad al ser nosotros mismos, tiene un único objetivo: “amar”; y es así que gracias a las relaciones sexuales podemos expresar el amor de forma íntima y personal; es decir que podemos expresar con el cuerpo la elección de amar que día a día se opta por el otro.

Objetivos de la “relación sexual”.

Es así, que las relaciones sexuales tiene dos fines inseparables:
1) El primero es el “unitivo”, es decir, que cada relación sexual debe servir para unir, fusionar, crecer en el amor y crear un lazo imborrable entre el hombre y la mujer que permita atarse de por vida a la presencia del otro. El deseo sexual, es decir, el impulso de unirse, de ser un solo cuerpo, es la fuerza que nos permite amar.

2) El segundo objetivo de la sexualidad es el “procreativo”; es decir, que esa entrega total de amor entre el hombre y la mujer debe ser fecunda desde el punto de vista biológico, emocional y espiritual. Esta nos invita a estar abiertos a la vida, entregarnos y donarnos, a aceptarnos en totalidad, sin poner de por medio barreras de ninguna clase. Esta capacidad de entrega tan íntima posee una dimensión interpersonal tan grande que puede culminar en la llegada de una nueva vida humana, es decir, de un hijo.