¿En qué momento inicia la vida de una nueva persona?

La vida humana comienza desde el momento de la fecundación o fertilización, es decir, de la unión del óvulo de la madre con el espermatozoide del padre, por lo general posterior a una relación sexual.

Desde el primer contacto y fusión de las membranas plasmáticas de ambas células reproductoras (óvulo y espermatozoide), se inicia un proceso de desarrollo continuo e interdependiente de un individuo genéticamente nuevo a su madre, que es una persona.

Se habla de desarrollo continuo porque, siempre y cuando no exista una intervención externa, se pueden observar distintas etapas coordinadas unas con otras, cuyo orden no se puede variar ya que están predeterminadas genéticamente.

Este desarrollo es interdependiente porque en cada etapa se activan o apagan distintos genes que determinan el progreso, inicio y fin de cada ciclo, es decir, a nivel genético, existe una interrelación entre cada etapa del desarrollo embrionario, lo que impide que el proceso sea discontinuo.

Esta nueva persona posee material genético distinto al de sus padres y al de cualquier otro ser humano. Así mismo, la vida de esta nueva persona es autónoma, es decir, que ella por si sola coordina su crecimiento y desarrollo, como lo refleja la formación de la placenta, cordón umbilical y saco amniótico que dependen del embrión humano.

Este cigoto es un ser humano constituido por una sola célula que en su interior contiene toda la información y la capacidad necesaria para desarrollarse por sí mismo durante nueve meses, hasta poder nacer.

Desde el primer instante posterior a la fecundación, se desarrolla un diálogo intermolecular entre el cigoto y la madre. Mientras éste atraviesa las trompas uterinas, envía avisos moleculares y la madre responde, produciendo varias sustancias que permiten el crecimiento del cigoto (después llamado embrión) y le proporcionan toda la vitalidad que necesita porque, durante los 5 primeros días de su vida, no dispone de más energía que la guardada en el óvulo.

Además, este diálogo molecular convierte al sistema inmunológico materno en tolerante hacia el embrión, mitad materno y mitad paterno. Este clima de tolerancia inmunológica creado en el diálogo molecular hace que las defensas de la madre se desactiven contra lo extraño, y que la madre perciba al embrión sin rechazarlo, a pesar de no ser algo propio sino diferente de ella, anulando las señales de peligro que activarían sus defensas.

Es así, que las características del embrión humano son:

1) Es una persona viva, única e irrepetible.

2) Es un individuo de la especie humana que en cada célula tiene 46 cromosomas.

3) Tiene su propio material genético que es distinto al de su madre y su padre, y al de cualquier persona que haya existido en toda la humanidad.

4) Vive en un desarrollo continuo desde la fecundación y hasta la muerte natural, sin saltos cualitativos, sin interrupciones, y es gradual e irreversible.

5) Es autónomo, es decir que por si solo coordina todo su crecimiento y desarrollo.